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Palabras anarquistas


Andrés preparó el práctico por adelantado. Antes comprobó la gramática. Tachó algunos gerundios, verbos predicativos, adjetivos y una oración en voz pasiva.
Se sentó frente al monitor y comenzó la corrección. Al día siguiente entregó el trabajo.

—Acá está el trabajo — dijo él, un poco tímido, un poco canchero.
— ¿Lo terminaste? —preguntó el profesor.
—Aja, sí. — dijo él —. Ponele onda — exclamó desde el papel una vocal abierta.
— ¿Te basaste en la bibliografía?
—Sí. En la bibliografía — repitió —. ¡Mentiroso! — gritó la vocal.

Una semana después, el profesor entregó los prácticos de sus alumnos. Andrés recibió el suyo. Observó mutilaciones compuestas por figuras geométricas, tachones y flechas por doquier. Una flecha comenzaba en el último párrafo y se juntaba con una oración del primer párrafo, que a su vez, estaba marcada con abundantes signos de pregunta.
Los círculos encerraban otras oraciones seguidas de flechas. Los caminos sinuosos dejaban curvas y contra curvas. La flecha indicaba el camino correcto. Ellas no tenían por donde escapar, estaban ahí: solas. Condenadas al entierro, al olvido. Sin perdón ni clemencia por parte de la autoridad. Entonces, Andrés miró los trabajos anteriores y observó la cantidad de palabras asesinadas, con disparos de tintas y flechas filosas.

Que en paz descancen las palabras aquí mutiladas. Yacen inertes ante la tinta que las mató. Para ustedes no habrá cielo, perdón y resurrección. Han muerto y muertas están, ustedes: palabras.

¡Ustedes que no respetan consignas!, hacen lo que quieren.
¡Ustedes no se basan en la bibliografía!
¡Ustedes, malditas palabras, no leen el manual de estilo! — dijo el profesor.

—Hago lo que puedo — le dijo Andrés al profesor — pero no las puedo controlar.
— Claro, porque son ¡anarquistas! — dijo el profesor.

¡Palabras anarquistas!, rebeldes.
¡No respetan consignas!
¡Anarquistas!
¡Rebeldes!

Las Palabras anarquistas gritaron desde el papel:
— No habrá círculo, cuchillo y flecha que mate una vocal, porque detrás de ella habrá siempre una consonante. Y aunque no rime ni consuele ahí vamos: insurgentes, en el papel que nos condena.